Aquella fue una noche de perros. Llegué casi cuando estaban
encendiendo las luces del escenario. El jefe de sala del Alfil se llama Luis y
es un viejo amigo. Me dijo que me estaba esperando para empezar. Ya sé que era
coña pero me hace gracia que me engorden el ego. Y me mola, qué leche, soy así
de rarito. La función empieza. Un actor elucubra sobre el escenario un texto
antiguo y convencional. Espera... Han
entrado tres tipos. Dicen que la función se ha terminado. Si apenas había
comenzado. Tres tipos... Muy locos. Sobre todo uno. Como una cabra, oye. Se me
cierra la campanilla. No, no es por el miedo. Es por los kikos que te ponen en
este teatro. Cuidado que pegan tiros. Bang-bang. Anda, ahora caigo. Todo esto
tiene que ver con el título. Se queda un tufillo a petardo. La gente se ríe. A
carcajadas. Yo también, no puedo evitarlo. Porque estos tres dicen y hacen unas
cosas que no sé si les van a llevar al que dicen ser su objetivo que es apropiarse
de nuestros móviles, nuestro cash y cualquier otro objeto que pueda valer 10€ o
más. El jefe (de los tres) parece que lo controla todo. Pero luego vemos que
no, que no controla. Nada. El que no es el jefe ni está como una moto lleva una
gorra al revés. Es el que más acojona. Va de bueno y tal… Estos suelen ser los
peores. Le llama su conejita. En medio del atraco. ¿Sabe su conejita a qué se
dedica su “conejito”?
Durante esta pieza de ritmo trepidante se suceden gags y
situaciones vertiginosas. Los actores derrochan energía. Y vis cómica. Y
oficio. No sé cómo se las arreglan para que, sin darte cuenta, te envuelvan en
una especie de coreografía. Y la obra no está exenta de gestos teatrales. Quedé
fascinado por el momento “linternas”. Nos cuentan que son tres hermanos (todos
muy diferentes entre sí pero con un inequívoco objetivo común) Y empezamos a
sospechar que su objetivo no es exactamente asaltarnos, que aquello parece un
medio para alcanzar otros objetivos más… inalcanzables, disparatados y
esquizoides. Uno echa de menos (por echar algo) un cierto trasfondo. Que todas
las situaciones que crean nos ayuden a entenderlos, a definirles, que no sean
una simple excusa para dar paso a nuevos gags y nuevas risas.
El promotor principal del grupo (porque últimamente actor es
sinónimo de promotor y todos son actores-promotores) es Diego Molero. Yo le
conozco y, créanme, es una especie de pirata de esos que aborda proyectos y
conduce naves en medio de las tormentas. Tú le miras sujetando firme el timón
preguntándote cómo mantiene todo eso a flote y él te suele devolver una sonrisa
y un guiño porque este tipo de aventuras para él son su medio natural. Del resto
del elenco podríamos decir lo mismo. Raúl Cano Cano es un torbellino, un
experto en estos envites. Me encantó Martín Gervasoni, el actor que abre el espectáculo,
el mexicano (no, chileno). Más como actor, pero también dirige la obra.
Recomendada encarecidamente para terminar una jornada de curro por todo lo
alto. Aprovéchense y ríanse sin vergüenza. Dentro de muy poquitos años este
humor provocador, socarrón y desternillante ya no se estilará. Sesudos
sacerdotes de los nuevos valores nos convencerán de que es pecado reírse de los
empastillados, los violentos, los esquizofrénicos, de los fervientes
cumplidores del deber, de Shakespeare y de Calderón. Si la espicho antes, que
vengan estos tipos a mi velatorio y nos echamos los presentes unas risas
incorrectas, que son las que más gracia me hicieron siempre.
ANTONIUS BLOC DIXIT
https://teatroalfil.es/bang-bang-y-somos-historia/#ficha
LOS JUEVES A LAS 22,30 EN EL ALFIL,
HASTA EL 7 DE JUNIO.
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